julio 09, 2012

Gatos, perros y bebés.

Ya había escrito sobre Pepper, una gatita de ángora que adoptamos hace poco más de 3 años y de Lúlu, una perrita chihuahua que es de mi mamá pero ha vivido en nuestro patio los últimos meses, y de cómo lograron ser "amigas" a pesar de que las leyes de sus razas dictan lo contrario, ellas aprendieron a convivir y hasta puedo decir que marcaron límites e hicieron un acuerdo.

La Pepper vivía dentro de la casa, ahí había crecido desde que la trajimos cuando aún era cachorro, de unos 3 meses de nacida. No conocía los árboles, ni el pasto, ni otros animales (excepto a lo mejor, alguna clase de insecto o mosca que anduviese dentro de casa). Le tenía miedo a la gente, en cuanto alguien llegaba a la casa, ella salía corriendo a esconderse, a diferencia de otros gatos que he tenido en mi vida que ¡atacaban a las visitas! Pepper no, ella prefería esconderse y su lugar favorito era un sillón que está en mi recámara.

En noviembre del año pasado llegó a vivir con nosotros la Lúlu. Le tocó quedarse afuera, cuando ella, cual perrita privilegiada vivía dentro de la casa de mis papás (con la ventaja de salir a pasear si quería durante el día). Aquí le pusimos una casita para perro con su canastita favorita y sus cobijas. Al fin perro, noble como suelen ser, se adaptó rápidamente.

En ese entonces yo estaba embarazda y a punto de tener a mi bebé, y comenzaba a preguntarme qué hacer con respecto a mi mascota. Me era muy doloroso deshacerme de ella, pues es parte de la familia y fue una gran compañera para mi todos estos años. Además quería que Alejandro tuviera esa cercanía con los animales, poder enseñarle desde bebé cómo tratarlos y cómo cuidarlos. Pero también me invadían los comentarios de la gente, que si los gatos son malos, que se roban el alma de los bebés, que los asfixian mientras duermen, que el pelo, que las alergías, etc.

Algunos son mitos, lo corraboré con el veterinario y con mi ginecólogo. Ambos desmentían todos esos miedos que teníamos. Así dedicimos que las cosas se quedarían como estaban y en el transcurso del tiempo, si fuera necesario, tomaríamos otra decisión.

Y así, el tiempo pasó y llegó el bebé a casa. Los días que estuve hospitalizada por su nacimiento, me cuenta mi mamá que Pepper se la pasó acostada afuera de nuestra recámara y de vez en cuando comenzaba a maullar desesperadamente como buscandonos y extrañandonos.

Los primeros días con el bebé me hicieron darme cuenta que ya no podía atender a mi "hija peluda", se habían terminado los mimos, el permiso para acostarse en la cama junto a mi, el privilegio de dormir en el sillón de mi recámara y casi todo a lo que ella estaba acostumbrada a hacer con libertad. Su reacción ante el bebé al principio era como con las visitas, huía a esconderse al escucharlo llorar. Pero después se dió cuenta de que era el nuevo miembro de su familia.
Pepper y  yo (no pude girar la foto..upss!!)

Pasó el primer mes de vida de Alejandro y coincidió con el primer (o segundo) celo de la gatita. Nunca la habíamos visto tener un celo (es más, creo que nunca había visto a una gata en celo)...pobre...decidimos que lo mejor era esterilizarla y así, junto a eso, poder darle la libertad de salir a la calle de una vez.

Así que bueno, fue operada y al mismo tiempo instalamos una puertita para que pudiera entrar y salir de la casa cuando ella quisiera, con la única limitante que sólo puede pasar a la lavandería donde se encuentran sus platos de comida y agua. Pensé que era muy cruel mantenerla encerrada y encima de eso, con tantas privaciones y que lo mejor para ella, era descubrir el mundo.

Ha sido muy feliz desde entonces, ahora la llamamos de cariño "Rasta-Pepper" pues se le han formado rastas en su pelo. Tiene amigos gatos que la visitan seguido y de repente la dejamos pasar por la casa para un rato de apapacho.

 Pepper y Alejandro en el sillón

Pero eso si, Pepper le deja claro a Lúlu, que esta sigue siendo su casa y nosotros "suyos".

Alejandro prefiere a la Lúlu porque cuando lo ve, hace gracias y piruetas que le dan mucha risa, mientras que a la Pepper le gusta sentir los piecitos del bebé dandole masaje en el lomo, lo que provoca su peculiar rronrroneo.

Y como en los cuentos, ésta historia también ha tenido un final feliz.



Jugando con la Lúlu a través de la ventana.

Aqui un extracto de un libro que leí cuando estaba embarazada con respecto a los niños y animales:

"Los animales sirven muy bien para una buena y eficaz educación a los niños en sus diversas edades. Los perros y gatos son considerados como elementos primordiales cuando precisan de compañeros para jugar. Se ha comprobado una y otra vez que los niños que saben responsabilizarse para con los animales domésticos, también son atentos y considerados en otros aspectos y se comportan de una manera reflexiva.

Es responsabilidad de los padres, dar explicaciones al niño, de que éste no tratará al animalito como un juguete más entre los varios que ya posee, sino como un amigo y compañero a quien deberá dedicar tiempo.

Es sorprendente lo que pueden aprender los niños que se relacionan con animalitos. Una de las primeras lecciones, para su propia seguridad y la de los animalitos, ha de ser con respecto a la limpieza que éstos requieren y los cuidados que se les deben proporcionar." Schutz-Wild, Lore; Muñoz López, Dr.F. El Libro de la madre y el niño, 4a edición.

Y aqui un resumen de un artículo que casualmente salió el día de hoy en el periódico La Jornada:

"Los niños que conviven con perros tienen menos chances de presentar ciertos tipos de infecciones a los oídos o problemas respiratorios que aquellos que no tienen mascotas.

El estudio, presentado en la publicación estadounidense Pediatrics, no especifica las razones de este resultado, pero sugiere que estar rodeado de un perro que pasa parte de su día al aire libre fortalecería el sistema inmunológico del niño en su primer año de vida.

Los gatos también ofrecerían este tipo de protección para los bebés, aunque el efecto sería menor que con los perros.

El estudio concluyó que los bebés que conviven con gatos o perros tienen un 30% menos de posibilidades de presentar síntomas de infecciones respiratorias -que incluyen tos, rinitis y fiebre-,mientras que alrededor de la mitad probablemente no sufrirá infecciones de oído.

Hay evidencia preliminar de que tener un perro puede ser beneficioso contra infecciones en el tracto respiratorio durante su primer año de vida, destaca el estudio.

El contacto con animales ayudaría a madurar el sistema inmunológico, llevando a una respuesta inmunológica más tranquila y a una breve duración de las infecciones.

El resultado fue significativo, incluso luego de que los investigadores descartaran otros factores influyentes, como no haber sido amamantados, asistir a la guardería, haber sido criados por fumadores o padres con asma, o convivir con otros niños.

Además de tener menos infecciones en los oídos e infecciones respiratorias, los bebés que viven con perros tienden a precisar de menos tratamientos con antibióticos en comparación con aquellos que viven en hogares sin mascotas.

Investigaciones anteriores han demostrado resultados diversos, como aquellos estudios que señalan que tener mascotas no aporta ningún beneficio a los niños u otros en los que el contacto con animales ofrecería protección contra resfríos y dolencias estomacales.

Pero los autores del estudio en Finlandia destacan que su análisis se diferencia por haberse enfocado exclusivamente en el primer año de vida y no incluye la presencia de otros niños."
Artículo completo:http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2012/07/09/111031075-convivir-con-perros-evitaria-que-bebes-sufran-ciertas-infecciones-estudio

en el idioma de los gatos, los perros y los bebés me despido: miau , guau-guau, nananana, kangoo

1 comentario:

Gloria dijo...

Muy interesante conocer los efectos en la salud de los bebés cuando tienen mascotas.Yo agregaría el efecto positivo en su psique, es sin duda el primer amigo y/o compañero, incondicional, siempre dispuesto al juego y "a la mano" las 24 horas del día.
Abrazos.