Cuando estaba embarazada declaraba que quería darle pecho a mi bebé durante 1 año o al menos 6 meses. La gente me miraba con cara de "estás loca" e inclusive alguna amiga que ya tenía hijos me llegó a decir "no sabes lo que dices" con el trasfondo de "no vas a lograrlo".
Acercándose la fecha para su nacimiento, cuando me preguntaban sobre este deseo, terminaba por contestar que quería alimentar a mi bebé al pecho y que no sabía por cuánto tiempo (lo cual finalmente es la respuesta más adecuada), pero que si que haría el intento por lograrlo al menos 6 meses.
Al llegarse el momento comencé con mil dudas y cuestionamientos, con la familia encima de mi, llenos de preocupación y dudas también, con grietas, con una sobreproducción, un conducto tapado, un blep, una mastitis tremenda, un frenillo corto y una candidiasis de pezón. Pero todo, TODO se solucionó y Alejandro y yo comenzamos a gozar de una feliz y agradable lactancia materna, exclusiva al pecho.
Así los primeros meses pasaron. Mucha gente se admira cuando saben que das pecho exclusivo. "¿Ni un biberón?" -"Ni uno" respondía con una sonrisa en mi cara.
Al cumplir Alejandro 6 meses de vida comenzó el "asunto de las papillas" y con ello un cambio para ambos. Aquí es cuando otros cuantos piensan que ya estuvo con aquello de dar teta y más se asombran de saber que sigues.
Y seguimos, si, además de que no hubo alimentos sólidos "en forma" hasta los casi 9 meses ,porque estaba muy satisfecho con el pecho, seguía siendo un disfrute para ambos (es lo bueno de la lactancia materna, que finalmente es un asunto de dos).
Entonces comencé con la inquietud del destete. ¿Cómo hacerlo para que fuera suave? ¿Se podía lograr? ¿Era ya nuestro momento?
Y decidí hacer el intento en septiembre, a sus 9 meses. A lo mejor fue sólo por pobrar, por saber qué pasaría, por averiguar si estabamos listos para este paso o no. Y no, no estabamos listos. Después de hacer el intento con la ayuda de papá por 3 semanas con pocas ganas (la mera verdad), nos dimos cuenta que era trabajo en vano, que la cosa no avanzaba y que sólo estabamos cansandonos y estresandonos. Así que dejamos fluir sin poner nueva fecha.
Me dí cuenta y reforcé la idea de que la lactancia debe ser y es asunto de dos: de mamá y de bebé, que no hay fecha límite para dar pecho (si, es verdad que la OMS recomienda 6 meses exclusivos y hasta los 2 años y que la Asociación de Pediatría también y que la Liga de la Leche dice que hasta los 2 años o hasta que la madre y el bebé deseen) y que es hasta que una de ambas partes muestre un desinterés, porque no cabe duda que para lograrlo hay que desearlo con muchas ganas, tener el apoyo de una tribu amorosa, tener información confiable y sobre todo, creo, que disfrutarlo.
Cuando se va acercando el primer año de vida, muchos de los que se asombraban al principio, comienzan a criticar, a dar opiniones negativas, a poner ojos "de pistola" cada que das la teta, a sacar sus "conocimientos" en contra y en general a meterse con lo que no les incumbe (pa' acabar pronto, la neta). Y aunque una no debe permitir que ésta sea una razón para destetar, todo esto entra al subconsciente de tu mente y te entristece un poco, vuelves a sentir esa "soledad" que se vive en el maternaje, ese encuentro con tu propia sombra (como bien lo dice Laura Gutman en su libro "La maternidad y el encuentro con tu propia sombra") y la idea vuelve.
Pero esta ocasión, no sólo fue esa idea la que regresó sino algo mas sucedió. Después de que Alejandro cumplió un año, sin darme cuenta al principio, las tomas se fueron espaciando y fue cada vez más largo el tiempo entre una y otra, mis pechos comenzaron a molestarme y así fue como me dí cuenta: Alejandro también estaba dando señales de destete. Y desde ahí no hubo marcha atrás (hasta hoy).
En cuestión de días había dejado las tomas de día, luego de un día a otro dejaba las tomas para dormir siesta. Mi cuerpo resentía tal velocidad con que fuimos dejando tomas y le costó adaptarse a la nueva demanda de 1 toma en la madrugada. Sufrí dolor físico, mucho y pechos duros y pesados como piedras...pero pasó y mi cuerpo se adaptó nuevamente, sabiamente.
No niego que hubo momentos en que sentí nostalgia por una etapa que termina, pero me enfoque en el sentimiento de agradecimiento y de felicidad. Agradecida por el tiempo maravilloso que nos permitimos compartir la lactancia materna, y feliz de haber logrado este tiempo.
Hoy, hay madrugadas que me pide el pecho 1 vez y hay otras que no lo pide (en el día mis pechos me lo indican, son como los reporteros de la noche). No sé cuanto tiempo más duremos así hasta que deje de pedir por completo, mientras tanto disfrutamos el fin de una etapa que me dejó tanto aprendizaje y a él tantos beneficios.
Fui una buena mamá-vaca digo yo, afortunada de tener el apoyo incondional de mi familia pero sobre todo de mi compañero de vida, afortunada de haber encontrado la ayuda y la amistad de la Dra. "K" a tiempo, del apoyo de los grupos de lactancia, de mi amiga Ix que compartimos juntas la lactancia de nuestros bebés, de que mi hermana me apoyara desde lejos con su experiencia y fuerza, que me envió el libro del Dr. Carlos González "Un regalo para toda la vida" y que se convirtió en mi biblia, él en un gurú, de que me puso en contacto con una doula entregada (mas que cualquier otra que conocí, pues ella está físicamente en otro continente) la que a través de varios e-mails me calmó, ayudó y resolvió mis dudas.
La lactancia materna me permitió conocer a muchas mujeres maravillosas, unas a traves de sus blogs, otras en persona. Sacó lo mejor de mi, sentí que hice una aportación inmesurable a la vida y a este mundo.
Así pasamos a lo que sigue, porque la vida continúa y mi pequeño crece día a día. Me siento muy satisfecha, lista, feliz e inmensamente plena y realizada.
Y esta historia no se termina, aquí continúa...
Mamá kangoo
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